
En la cubierta de tercera estaban sólo un poco mejor que los viajeros del entrepuente, cuyo jolgorio oían de vez en cuando debajo del espacio cercano a la proa donde se habían sentado en cuatro sillas plegables hurtadas del mismo pañol que los resguardaba del trajín de embarques y despedidas.
Así, coincidiendo en evitar al resto del pasaje, empezaron a conocerse.
-Y a usted, ¿lo expulsan o se va voluntariamente? -preguntó la mujer…
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