Abro el libro al azar:
“Nunca pensé que hablaría de la ganancia de punto salvo entre impresores (¡y mucho menos que pudiera ser causa de despido!). Pero aquí estoy, dispuesto a explicarlo.”
Quizá debería empezar por otro sitio, pero no pienso poner más citas de esta selección de artículos, la segunda que publica Jesús Ortiz. No es por no revelar finales ni principios -no hay nada que ocultar-, sino porque elegir sería una triste traición. Hay que respetar el albur. Estos escritos se prestan a ello. Son una apuesta segura, una ruleta de crónicas y pensamientos, un laberinto en el que es imposible perderse, acordes triunfales de raciocinio, de inteligencia sin adjetivos presentada con un humor afortunado, antídoto gratificante contra la plaga de opiniones empeñadas en imitar a las partículas que, según los físicos, llegan a su destino sin haber salido del punto de partida. Un humor que, sin hacer concesiones al conformismo, no peca de demasiado rápido ni de demasiado certero, desdeña la vacuidad y respeta, vuelve amable la incertidumbre.
Esas flexibles columnas de viñetas de líneas claras se permiten sin embargo tomarse su tiempo y tejer sus paradojas. Demuestran paso a paso que el sueño de la razón no está condenado a producir monstruos. Las frases discurren destiladas con una nitidez que califico de escalofriante para convertir ese adjetivo en una expresión cálida. En algunos párrafos, puede usted partirse de una risa que no es incompatible con ningún sentido del llanto, pero predomina una empatía que aflora, como las ideas expuestas y los hechos descritos, sin necesidad de bucear en las profundidades que la filosofía ha ido anegando con malentendidos.
Si me atrevo a afirmar que Jesús Ortiz actúa, en estos tiempos de barroquismo cutre, con la frescura de los ilustrados radicales (me refiero a Holbach, Diderot y compañía, tan olvidados por culpa de los melifluos voltaireanos), me sentiré obligado a explicarlo, pero, aunque acabo de decararlo, no voy a hacerlo porque creo que esta reseña puede salir incólume de mil contradicciones gracias a la obra protagonista. Así que me limito a agradecérselo al autor.
En fin, ¿qué más quieren que les explique si ya el título del libro lo implica todo? Cada artículo es un sitio, un lugar apropiado para empezar…
(-Y, además -me dice una lectora- siempre me hace sonreír, lo cual no es fácil.)
