El perdón de las pecadoras (o La sombra de una fuga)

Las congregaciones religiosas que gestionaron los reformatorios del Patronato de Protección de la Mujer desde 1941 hasta 1985 han decidido pedir perdón a las mujeres internadas por el trato que sufrieron. Sin embargo, la institución, que primero se llamó Patronato Real para la Represión de la Trata de Blancas, fue creada en 1902 y las órdenes concertadas ya venían desarrollando su labor desde mucho antes. La República intentó poner fin a ese entramado de control y represión de los cuerpos basado en el poder que la Iglesia Católica se atribuía sobre las almas. El franquismo (con diez años de santa transición) sirve así como un fenómeno histórico oportunamente acotado para poner en escena los arrepentimientos y los perdones autoconcedidos sin explicar un antes ni un después que emborronen el panorama.

Las agraviadas supervivientes podrán, por supuesto, aceptar o rechazar la disculpa, pero sospecho que la opinión generalizada en nuestra plácida democracia considerará suficiente el trámite simbólico sin estimar otras demandas colectivas o individuales. En cuanto a las que ya no están, la mayoría permanecerán en la oscuridad o, si acaso, en la niebla de noticias efímeras como la que recupero a continuación, de la que sólo puedo pretender extraer los indicios coincidentes atribuidos a presuntos testigos y las opiniones declaradas en los pocos ecos que tuvo en los medios de la época(1)Tres décadas antes, en 1884, la prensa había amagado otro debate originado por una madre que consiguió que le devolvieran a su hija, pero no he … Continue reading.

Poco después del amanecer del 4 de noviembre de 1915, una mujer de veintipocos años, despeinada y mal vestida, huyó del convento de monjas oblatas del Santísimo Redentor de Santander saltando el muro de seis metros de altura que daba a la calle de Monte.

El impacto la hizo rodar por el suelo y durante un momento quedó conmocionada, pero enseguida se levantó y echó a correr hacia la calle de la Concordia. (La calle de Monte conserva su nombre; la de la Concordia pertenece hoy al cardenal Cisneros.)

Atraído por los corrillos de la vecindad, un guardia preguntó qué pasaba.

–Otra pobre muchacha de las que ahí hay encerradas acaba de tirarse por el muro del convento.

-No es la primera vez y no me extraña.

-Corría como una loca.

-Dentro de esa casa de Dios pasan cosas oscuras.

-Ha sido un milagro que no se mate.

Entonces se abrió una puerta en el muro y surgió doña Leonor, autoridad seglar del convento, toda sofocada. Quería saber hacia dónde había ido la fugada.

–Hacia abajo -respondió alguien de mala gana. Y la indagadora, tras dudar un poco, volvió a enclaustrarse.

El coro recuperó el protagonismo:

–Esa señora hace trabajar a las mozas como perras. El otro día, las tuvo horas transportando cestos de escombros bajo la lluvia con todo embarrado.

–Una llamó a mi puerta una noche de hace tres o cuatro años. Me dijo: “Abran, que no soy una ladrona; soy una escapada del convento”. Yo le dije que se marchara porque no quiero líos.

–Los conventos son como una especie de féretro. Nadie sabe nada.

-Además, la comida… bueno…, para qué vamos á decir más.

Al día siguiente, La Región Cántabra, periódico republicano (Autonomía, Justicia, Federación, proclamaba la mancheta), apareció con un titular interrogativo: ¿Qué pasa en el convento de monjas de la calle de Monte?:

¿Dónde está la escapada? Los cuerpos de la Guardia municipal, de Vigilancia y Seguridad, que dicen no saber nada, tienen la obligación de dar parte si la hubieran detenido y devuelto al convento. Es preciso aclararlo, para que sea castigado quien haya ocultado este suceso. Lo justo y natural es que se sepa cuando en los santos recintos de un convento ocurren grandes escándalos, ya que todo el mundo se entera hasta de las más leves escaramuzas que se desarrollan en los domicilios de las clases obreras.

Dos días después, el reportero regresó al barrio:

Nos dijeron que la tal doña Leonor, de la que ayer hablábamos, había estado preguntando, empleando tonos bastante despectivos y amenazadores a la vez, por la persona que nos había informado anteanoche. Dicha señora, que indudablemente goza de cierto ascendiente en el convento, estuvo anoche en nuestra redacción manifestándonos que ella no se mete en nada que se relacione con el convento. Como esto no es realmente cierto, tenemos que decir a la citada doña Leonor que todo cuanto ella dice está en contra de lo que afirman todos los vecinos de la calle de Monte. “Es necesario –nos decían– que ustedes cuenten los trabajos a que son sometidas Ias infelices muchachas que tienen la desgracia de tener que estar ahí dentro. Están trabajando como bestias, para que coman descansadamente las madres que regentan el convento. Viéndolo –añadían–, no sorprende que las recogidas traten de escaparse”.

El Diario Montañes no tardó en responder:

El hecho de haberse marchado del Convento de las Oblatas del Santísimo Redentor una joven que estaba allí recogida hacía tiempo, ha servido á ‘La Región Cántabra’ para escribir dos artículos, como podía haber escrito un poema en treinta y siete cantos y un apéndice; y en esos artículos dice una porción de tonterías y deja entrever insinuaciones. Todo el mundo sabe que el citado convento cumple un fin social altamente caritativo y noble; que las jóvenes recogidas son tratadas con amor y consideración.

El medio más católico de la ciudad resulta un fiel soporte de la opacidad de los muros. No niega los hechos, pero el salto, la caída y la carrera desaparecen del relato, como si la mujer hubiera salido paseando, y no menciona la posibilidad de que estuviera allí en contra de su voluntad. Además, la expresión todo el mundo sabe… (para muchos(?) periodistas, prueba del fracaso del oficio) sentencia como impensable que alguien en su sano juicio quiera escapar del paraíso amurallado.

Puede que La Región Cántabra actúe con un sesgo voluntarista y exagere la empatía de los vecinos, pero los criterios arbitrarios que podían situar a las mujeres bajo la tutela del Patronato (mandato judicial sin causa firme, petición de familiares, simple denuncia policial por ser encontradas viviendo en las calles o en situaciones consideradas de dudosa moralidad) debían de dejar claro para las clase bajas que aquella tela de araña del orden y la fe no era para las pudientes.

Las jerarquías de las órdenes participaban en los organismos de coordinación con las autoridades civiles, que las consideraban ángeles comisionados para la prevención de la prostitución, la mendicidad y la criminalidad mediante redes de encrucijadas -había cruces y crucifixiones por todas partes- con las que capturaban a las víctimas del mercado y las convertían en culpables (¿no es la función doctrinal del pecado?) obligándolas a aceptar la manutención caritativa y el trabajo sin salario.

En los pocos atisbos que permiten las encomiendas publicadas, se repiten los tránsitos que van del margen moral, laboral o delictivo a las instituciones precarcelarias y prisiones en ciclos cuyas salidas se ofrecen como triunfos de la redención: la sumisión a supuestas integraciones en forma de trabajos precarios o penosos, adopciones reales o figuradas (cenicientas sin final feliz, mantenidas y otras fórmulas hipócritas) y una nebulosa de expiaciones mediante ritos y trabajos mortificantes en perpetuo recogimiento religioso(2)Era frecuente que las madres solteras, expulsadas de la competencia matrimonial aunque sus hijos fueran entregados en adopción, acabaran como monjas … Continue reading. Triunfos que algunas (¿cuántas?) preferían evitar saltando tapias y corriendo el riesgo de recaer en el universo penitencial o penitenciario.

Aunque abundan las personas y organizaciones que aplauden que las órdenes religiosas admitan al menos una parte de los estragos de su práctica de la beneficencia, creo que el gesto de pedir perdón a las pecadoras -que nunca fueron perdonadas por las entidades que ahora se disculpan- es una manifestación más de la retórica del olvido intencionado.

Notas

Notas
1 Tres décadas antes, en 1884, la prensa había amagado otro debate originado por una madre que consiguió que le devolvieran a su hija, pero no he encontrado referencias directas
2 Era frecuente que las madres solteras, expulsadas de la competencia matrimonial aunque sus hijos fueran entregados en adopción, acabaran como monjas o legas en los conventos donde habían sido recluidas y aleccionadas para que se aceptaran a sí mismas como víctimas irrecuperables de los excesos diabólicos.

Daniel Alegre: el arte del regreso

Anónimo. Antoine Bourdelle y su clase en la academia de la Grande Chaumiére (c. 1912). Fuente: https://www.bourdelle.paris.fr/en/discover/bourdelle-and-his-work/bourdelle-enseignant

La fotografía aparece en el libro Daniel Alegre. Un escultor olvidado(1)José Cobo Calderón, José Francisco Ruiz Díaz, Francisco Gutiérrez Díaz. R&R Ediciones. Santander, 2023.(2)Me pregunto hasta qué punto podemos considerar olvidado -¿por quiénes?, ¿por los que nunca lo conocieron?- a un artista cuya obra sigue … Continue reading una página después de la del Cristo de la Agonía (1921-22). Está tomada en París, en 1912, en la academia de la Grande Chaumiére. El profesor y escultor Antoine Bourdelle, sus alumnos y ayudantes componen una escena al estilo de las pinturas de género con las que los artistas documentaban y promovían sus talleres.

Son cuatro hombres y nueve mujeres. Una de éstas, con los pechos desnudos, ocupa un lugar relevante junto al busto para el que ha servido de modelo. No hay más intención erótica que la que pretenda la mirada del espectador. Es una estampa frecuente en las escuelas de arte en una época de ascenso y liberación de un imaginario que se describía a sí mismo sin subterfugios.

Daniel Alegre (Escalante, 1887 – Santander, 1949), es el segundo por la izquierda. Trece años después de su experiencia parisina (c. 1908-1914), en diciembre de 1927, establecido como retratista de la burguesía ilustrada local y tallista de arte sacro, expondrá en el Ateneo de Santander catorce piezas que, mientras escribo esto a casi cien años de distancia, están expuestas en el museo de la ciudad (MAS) con otras ocho, la mayoría versiones en diferentes materiales de las anteriores.

Visitando la exposición, se me ocurre que la obra de Daniel Alegre es un transcurso tranquilo que cumple la norma proustiana de no permitir que su biografía suplante a su creación como explicación de su existencia. Una norma maltratada por la tendencia dominante, que prefiere a los artistas de vidas fáciles de convertir en pasto (cultural, por supuesto) de consumo sensacionalista.

A partir de sus estudios de Artes y Oficios en Barcelona, Alegre perfeccionó entre la comunidad vanguardista europea las técnicas clásicas y aprendió otras innovadoras para luego aplicarlas en la elaboración de obras destinadas a un público específico en la sociedad santanderina. Dicha sociedad sufrió transformaciones radicales y violentas a las que el escultor asistió con el conformismo que parece haberle caracterizado siempre y manteniendo una gran capacidad de trabajo. Lo cual lo convierte en un ejemplo de artista pragmático y conservador adaptado a un mundo cada vez más reaccionario, represivo e inflexible. No parece que eso le incomodara: es probable que compartiera, si no el talante, sí la mayor parte de los valores de ese conglomerado de ideologías e intereses que llamamos franquismo y que no respondiera a ninguna tentación de rebeldía ni de exilio exterior o interior(3)Previendo el fuego amigo y enemigo, diré que no creo en las cancelaciones. Cuando se me plantea alguna, me acuerdo del francés de la canción de … Continue reading Su arte está destinado a ser lo que aparenta: no ha sido concebido para estimular interpretaciones. Está libre de ese pecado.

Sus primeras obras (Primavera [1912] y Pompeyana [1913], de las que sólo quedan fotografías) muestran que, durante su aprendizaje, se ejercitó en la desnudez pagana, pero no parece haberlo hecho en las audacias de sus maestros.

Alegre debió de apreciar logros como el Heracles arquero (1909) de Bourdelle, pero sabía que en la carrera de encargos sacros o profanos adecuados a su futura clientela no habría lugar para cosas semejantes al escorzo musculado y la expresión entre tensa y fiera del semidiós cazando aves antropófagas(4)Un paralelismo curioso: Bourdelle utilizó para su obra la atlética figura de su amigo el comandante Paul Gustave André Doyen-Parigot, caído en … Continue reading.

Una buena parte de sus ingresos la obtendría del arte sacro católico, en el que abunda la desnudez asociada a la pobreza, el pecado de lujuria, el martirio, los juicios finales y las resurrecciones, y las expresiones extáticas se remiten a trances, dolores y santas agonías. Tampoco había sitio entre las obras profanas para usos explícitos de esos elementos perturbadores. En cuanto a los implícitos, su búsqueda requiere volver al prejuicio de la mirada del primer párrafo.

Sin embargo, en la exposición del MAS, me parece legítimo afirmar el leve erotismo de una esquiva frialdad pétrea.

Es ya un tópico recordar que el mármol helado, tratado con maestría -la sublimación de Antonio Canova-, transmite una transparencia cálida. Gracias a esa suerte de profundidad superficial, una de las esculturas reunidas me permite un juego tan tramposo como liberador.

Me refiero a la titulada Una cubana (1918), que algunos identifican como el retrato de la señorita América G. Galán expuesto en 1927 en el Ateneo. En todo caso, prefiero el título genérico porque me resulta difícil sustraerme a la tentación de pensar morena una estatua de mármol blanco. (Me apresuro a pedir perdón por el etnicismo, que me hace cómplice del tópico provinciano sobre la Cuba colonial). Creo o quiero percibir en esa obra cierta ensoñación sensual que proporciona un contrapeso a la sobriedad de las demás presentes en la sala. Mientras las otras figuras parecen más bien enclaustradas en su seriedad de encargos, tipismo, oraciones y homenajes, esta emerge de una tenue memoria de espuma como si la modelo acabara de regresar del París de la Grande Chaumière tras ser elegantemente difuminada en un largo viaje de placer.

Notas

Notas
1 José Cobo Calderón, José Francisco Ruiz Díaz, Francisco Gutiérrez Díaz. R&R Ediciones. Santander, 2023.
2 Me pregunto hasta qué punto podemos considerar olvidado -¿por quiénes?, ¿por los que nunca lo conocieron?- a un artista cuya obra sigue cumpliendo la función para la que fue concebida en sus aspectos privados (los retratos) y públicos (los monumentos y el culto religioso). Me respondo una obviedad: que la situación de olvido sólo puede referirse a los foros generados por los intereses clientelistas de la sociedad (el mercado) actual, que deja fuera de su espejo-escaparate lo que no encaja en los planes de cada temporada.
3 Previendo el fuego amigo y enemigo, diré que no creo en las cancelaciones. Cuando se me plantea alguna, me acuerdo del francés de la canción de Georges Brassens, que palmó por negarse a tomar un medicamento alemán, y de Ricardo Bernardo pidiendo en los años 30 al movimiento obrero frentepopulista que no achabacanase el arte. Estoy seguro de que el universo de Alegre merece investigaciones, publicaciones y exposiciones como las que motivan este artículo.
4 Un paralelismo curioso: Bourdelle utilizó para su obra la atlética figura de su amigo el comandante Paul Gustave André Doyen-Parigot, caído en Verdún en 1916; Alegre hizo posar para su Cristo más famoso al casi eccehomo burlón y comunista Pío Muriedas, encarcelado por la dictadura

Los nombres de las calles, lo visible y lo invisible

Hace años, en Nantes, me sentí un poco culpable por preferir que no cambiaran los nombres de las calles bautizadas en honor de los negreros que financiaron el progreso de la ciudad. La corporación municipal decidió mantener las denominaciones otorgadas a los enriquecidos con un comercio que, durante cuatro siglos, secuestró, deportó y exclavizó a más de once millones de personas. “Debemos asumir la herencia de la historia”, dijeron. Pero quedaron posos amargos: una sensación de tener razón sin merecerlo y una indignación que, por suerte, no afectaba sólo a la ciudadanía afrodescendiente.

Aunque las guías turísticas y los libros de texto no rehuían la realidad de las calles esclavistas y las mansiones decoradas con triunfos coloniales y en 2012 se inauguró el Memorial de la Abolición de la Esclavitud (una reparación a base de luz y poesía, espacios de reflexión, refracción y eventos que algunos tacharon de escenografía burdamente beatífica), esas muestras de contrición no atenuaron las controversias. Así que, en 2023, se instalaron bajo las placas de las calles paneles que informaban sobre las actividades de los nombrados. Dicho de otro modo, frente al borrado, aumentaron la apuesta por el conocimiento.

Por supuesto, hay personas en contra de esa medida entre los partidarios de justificar el esclavismo y los de la simple omisión, sin olvidar a los apóstoles de las equidistancias, que casi siempre manejan balanzas trucadas.

Creo que no es bueno limitarse a retirar los elementos urbanos dedicados a criminales cuyas huellas, aunque no se les nombre en ellas, están por todas partes: no sirve de reparación del daño ni reconoce la memoria de las víctimas. El propio hecho del homenaje a los victimarios es un dato que debe constar como parte del conocimiento y el análisis de la historia. (Me sorprendo a mí mismo sintiendo la necesidad de escribir este párrafo.)

En la historia de Cantabria (el puerto de Santander compitió con éxito en la trata atlántica), también hay magnates negreros y abundan en torno a ellos el bombo, el boato y la loa. Son santos de nuestro panteón de la beneficencia. Se les venera en nuestro contexto y se les disculpa con el suyo. Las autoridades son cómplices e impulsoras de una población que, en su mayoría, celebra esos referentes o, si el escaso debate la alcanza, bosteza con indiferencia.

Respecto a nuestros esclavistas, soy partidario de adoptar la medida francesa. Aquí, como en Nantes y otras ciudades que han seguido su ejemplo, su obra permanece como parte fundamental de la ciudad: los palacios, edificios, obras públicas o trazados urbanos merecen que sepamos los orígenes de sus cimientos.

Pero el valor de esa propuesta no es universal. Lo que vale para los próceres constructores de hace siglos (España no abolió la esclavitud hasta 1886) no lo hace para los criminales más recientes. Si la construcción deja huellas firmes que lo complican todo, la memoria inmediata de la destrucción (¿acaso no conviene preguntarnos hasta qué punto son sólo historia una derrota y una victoria que siguen vigentes?) debería simplificar la abolición de los tributos a los que bombardearon y asaltaron la ciudad para acabar con un régimen democrático legítimo y configuraron lo visible y lo invisible a imagen y semejanza de sus dogmas e intereses. Por otra parte, aunque se borre lo visible (y es de justicia hacerlo), hay demasiadas cosas invisibilizadas cuyas toxinas seguimos respirando.

Parafraseando el bolero, si el borrado es el olvido, esa razón me parece tan inaceptable como el conformismo de la distancia o el aquí no ha pasado nada de los tibios, siempre tan amistosos, que sin duda tendrán mucho que decir cuando se elijan los nuevos (o se recuperen los antiguos) nombres de las calles.

Una breve inspiración

Apenas le concedería a la película La substancia (Coralie Fargeat, 2024) una nota a pie de página(1)Aunque obtuvo el dudoso éxito de hacerme verla entera (en varias partes), se empeñó en desbaratarme cualquier intento de aceptar su excusa … Continue reading si no fuera por el plano secuencia del principio, que muestra la clonación de la yema de un huevo de clara cristalina desparramada sobre una superficie celeste.

Ese preludio a una burbuja pretenciosa y machacona de más de dos horas me ha recordado el encuentro de Abbas Kiarostami, Isabelle Huppert, una sartén, una pella de mantequilla, un par de huevos y un contestador automático.

El evento se produjo cuando el Festival de Cannes, para conmemorar el centenario de la primera exhibición del cinematógrafo, propuso a cuarenta directores que filmaran con la cámara de los Lumière un cortometraje de 52 segundos como máximo, en no más de tres tomas y sin sonido sincronizado. El conjunto resultante se titula Lumière y compañía (1995)(2)El corto citado, Un œuf (aunque son dos, porque el título alude a la expresión va te faire cuire un œuf!, equivalente a ¡que te den morcilla! o … Continue reading.

Kiarostami, desde fuera del plano detalle cenital de la sartén, cocina dos huevos mientras la voz desalentada de Huppert deja un mensaje en el contestador. La grasa está demasiado caliente y una de las yemas se revienta, chisporrotea y parece burlarse con la fuerza del blanco y negro del amarillo imaginado.

Tenía 50 segundos para contar una historia -explicó Kiarostami en una entrevista con Katia Bayer para la revista Format Court (2011)-. La película habla de gente a la que no se ve, pero cuya voz se escucha. El proyecto era tan restrictivo que me enamoré de la idea. Cuando era joven, yo creía en el límite. Esta experiencia ha sido la más limitada de mi carrera. Y la más placentera.

La obra no es prólogo de nada, relata un desencuentro y acaba con un quemador de gas apagado. Es una ficción tan honrada que no busca ser creída; una anécdota tan densa que no necesita sorprender.

Hoy la veo como un antídoto contra los artificios que asfixian la poética de la realidad con turbias cadenas de montaje y barnizado, una réplica a los pretextos insustanciales usados para alimentar la danza petulante entre la industria y la seudocrítica publicitaria y, sobre todo, como un dispositivo de efecto inmediato para limpiar la mirada.

La clonación de videoclip me ha hecho constatar de nuevo esa condición suplementaria(3)El fomento de la comodidad intelectual requiere el uso de señuelos hipnóticos a ritmo de letanías y apelaciones al ego de un público cómplice … Continue reading, sucedánea y sumisa de gran parte de la creación. Le doy las gracias a su brillo insustancial por inspirarme la huida hacia el momento feliz de Kiarostami y compañía.

Notas

Notas
1 Aunque obtuvo el dudoso éxito de hacerme verla entera (en varias partes), se empeñó en desbaratarme cualquier intento de aceptar su excusa crítica y sus artimañas referenciales (Jeckill y Hyde, Dorian Gray, Carrie, Frankenstein, Francis Bacon, el gore couché…) hasta hundirse en una dispersión teratológica propia de la barraca-museo del doctor Spitzner, pero sin la pátina sardónica y despiadada del tiempo.
2 El corto citado, Un œuf (aunque son dos, porque el título alude a la expresión va te faire cuire un œuf!, equivalente a ¡que te den morcilla! o ¡vete a freír espárragos!), puede verse en este enlace. En mi opinión, todos son muy interesantes
3 El fomento de la comodidad intelectual requiere el uso de señuelos hipnóticos a ritmo de letanías y apelaciones al ego de un público cómplice elevado a la cúspide virtual por el neokitsch de los suplementos culturales.

Perspectiva de la basura

Las variaciones en los algoritmos que rigen las redes sociales más extendidas y, sobre todo, por más evidentes, los mensajes y apoyos políticos de sus propietarios están provocando el traslado de bastantes usuarios a servicios más respetuosos con sus publicaciones. La igualdad de trato y la neutralidad son, desde luego, argumentos suficientes para largarse de Meta (Facebook, Instagram) y (e)X(twiter) a Bluesky, Mastodon o lo que vaya surgiendo. Ninguna solución será completa ni única, pero hay que empezar a comprender cosas como el fediverso y aceptar que es mejor federar plataformas que someterse a unas pocas.

Sin embargo, pasadas las primeras oleadas de evasiones, me parece observar que muchos de los contactos que han abierto cuentas alternativas siguen no sólo compaginando, sino priorizando el uso de los engendros. Me refiero, por supuesto, a mis contactos en las redes, con la mayoría de los cuales he compartido desde hace tiempo la crítica de éstas. Es decir: se trata de una percepción que expongo sin ninguna pretensión científica o extrapolable y que deriva de unas relaciones establecidas en los medios contra los que se pretende actuar. Es una triste paradoja, cierto, pero, para saber quién escribió La galaxia Gutenberg, hay que buscarlo en internet.

Supongo que en la renuencia ante la ruptura intervienen a la vez un reflujo de las ilusiones perdidas (pero, ¿de verdad creímos que se abría una puerta gratuita al escenario del paraíso de la información?), un temor elemental a perderse algo (cualquier cosa puede volverse hechizo), el peso de los automatismos habituales (parece que cuesta cambiar el icono de la pantalla principal), la necesidad de mirar atrás para comprobar cuántas personas siguen la nueva onda (esa gran falacia del individualismo exacerbado por reenvíos y megustan) y el simple escepticismo (¿será tan nuevo lo nuevo si la raíz es la misma?).

Por otro lado, gracias al estímulo del doble pensamiento o el atractivo del abismo, ya casi no hay concepto que no viaje igualado con el lastre de su contradicción y, en cuanto alguien afirma que la probabilidad de que el blanco sea negro hace que todo sea gris, la adoración a la idea pseudocientífica de la relatividad absoluta se hace punto de encuentro para los egos maltratados por la ignorancia seudoigualitaria.

Los redefinidores de la verdad, tecnificados sastres de la memoria, aprovechan toda la experiencia acumulada para acelerar la adaptación a la publicidad en que hemos crecido los parias de la sociedad del espectáculo (somos la gran mayoría: no se crea a salvo). No niegan la verdad ni la mentira: lo importante para ellos es que no se resuelvan las dudas, en especial las que atañen a su legitimidad. Cualquier ontología sobre el poder resulta ociosa por decreto.

Puede que la aceleración mediática y financiera impulsada por los gigantes corporativos no llegue a borrarlo todo y que el porcentaje de usuarios sensibles a los recientes motivos de cambio sea mayor que en los llamados medios tradicionales (por lo visto, es más fácil pasar de X a Bluesky que cambiar de Antena 3 o El Diario Montañés… ¿a qué?), pero me resulta difícil ser optimista. La saturación que provoca el hábito de vivir rodeados de basura hace difícil clasificarla (aunque nos han hecho fieles de un reciclaje que no sirve de gran cosa contra la destrucción ambiental) y, si hacemos limpieza, nos apresuramos a llenar el falso vacío que queda con lo que pronto serán nuevos residuos. Es como si la higiene portara un desequilibrio impredecible y hubiera que postergar ese asombro traumático.

Nos acostumbramos a la mierda en las calles y nos deslumbra un barrido superficial programado, generalmente anterior a unas elecciones. Nos habituamos al ruido, al parloteo, a millones de pantallas no buscadas, y aceptamos que el silencio, el discurso razonado y los paisajes libres de estorbos son fenómenos extraordinarios. El ocio barato es ruido. La quietud real es cara y, como todos los lujos, tiene reservado el derecho de admisión. Los simulacros asequibles son sucedáneos hipnóticos. Pero, a pesar de todo, seguimos pensando en la fuga siquiera de vez en cuando.

No obstante el panorama desolador, creo que hay que mantener el símil sartreano de la apuesta sin esperanza y envidar en la ruleta de los vertederos con todas las distancias y prevenciones que se nos ocurran. Siempre será mejor experimentar con la basura que caer en las escombreras de la propaganda sin derecho a réplica.


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La situación del mundo y los días tan señalados

El planeta que habitamos gira sobre sí mismo a 21,25 kilómetros por segundo (en Cantabria; en el ecuador, a 27,77) y a un promedio de 29,8 alrededor de un sol que se desplaza a 2.150 y tarda 225 millones de años en orbitar (apenas ha dado veinte vueltas y media desde que existe) el centro de una galaxia que viaja con ruta no muy clara a 600 km/s y con la que mantiene una relación que algunos consideran poco armónica.

Siempre esperamos acordes, paralelismos y coros celestiales, y tendemos a pintarlo todo siguiendo un orden suspicaz porque tememos los baños de realidad de las perspectivas y preferimos los temores ideales.

Cuenta Thomas S. Kuhn en La revolución copernicana que, durante siglos, sintiéndose obligados a mantener a la Tierra en el centro del universo, los astrónomos y astrólogos concibieron cálculos y disposiciones cada vez más alucinadas (enfatizaban los razonamientos con vocablos tan efectivos como epiciclos y deferentes) para explicar las anomalías de sus observaciones. Pero debía de haber un presentimiento entre humilde y pagano pugnando por salir a flote para poner al sol en el foco adecuado de las elipses y, cuando lo consiguió, tuvieron que comprender que todo el conjunto es viajero y que más allá puede no haber ni siquiera monstruos. Sin embargo, eso no impidió que continuara el fervor por las explicaciones arbitrarias.

La astrología se fue al abismo, aunque sigue siendo rentable y seguimos funcionando con fijaciones zodiacales. En cuanto a las religiones, cuando no pueden hacerlo en la fe, se amparan en las tradiciones para continuar certificando los calendarios. A lo cual se unen los deseos generalizados de calma chicha mental. Hace poco, por cierto, la Tierra pasó por el punto de inclinación máxima que algunos, sin precisión alguna, se empeñan en imponer como Navidad mientras se burlan de los que hablamos de solsticio.

En fechas tan señaladas, además de recordar la situación del mundo, me apetece invocar a Joseph Juste Scaliger, que en 1583 se permitió sustraerse de la dictadura de los calendarios ideando una datación que sintetiza los ciclos lunar, solar y de indicción (periodo administrativo bizantino de quince años) para empezar a contar los días desde el mediodía del primero en que se sabe que confluyeron los tres: el 1 de enero del año 4713 a. C.

Scaliger estableció en esa fecha el comienzo de una era con caducidad: acabará o, mejor dicho, habrá que renovar el método el 1 de enero de 3268 (1)El calendario llamado de cuenta larga, empleado por los mayas y otros pueblos, que seguía un método similar, terminaba en 2012 sin que ello … Continue reading. Es bueno no eternizar los paradigmas y 7980 años parece un plazo sensato. A esa datación, perfeccionada en 1849 por John W. F. Herschel, se le dio el nombre de día juliano aunque no tiene con el calendario homónimo otra relación que el cálculo de partida.

El día juliano tiene varias ventajas: sus adaptaciones son muy útiles para la astronomía, carece de las irregularidades de los años, meses y semanas, facilita la conversión entre calendarios, la cuenta de plazos, el establecimiento de periodos y la programación informática, e incluso expresa la hora en decimales. Por ejemplo, estoy escribiendo esto el día 2460675,07847, es decir, el 30 de diciembre de 2024 a las 13:53.

Además, ayuda a tratar de jugar sin liturgias a comprender este baile de tiempo, ciclos y órbitas para el que no se necesitan invitaciones.

Notas

Notas
1 El calendario llamado de cuenta larga, empleado por los mayas y otros pueblos, que seguía un método similar, terminaba en 2012 sin que ello implique que creyeran en el fin del mundo.

Uvas de rara luz

En la exposición de obras de la colección del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander (MAS), dos cuadros de Johann Conrad Eichler (1688 – 1748, conocido como Wollust) me producen una fascinación inesperada.

Están en un rincón discreto, rodeados de imágenes sacras de sus contemporáneos y cerca del paisaje desde el que Josefa de Óbidos se despide del corazón volador(1)Para ser justos, también está cerca un anónimo flamenco en el que la familia sagrada, gris, aparece rodeada de una corona de flores multicolores y … Continue reading. Son dos ventanas pequeñas abiertas en un ambiente de confesionario entre ruinas, dolores y admoniciones.

Creo que no merecen ese entorno, esa presencia del peso insoportable de la historia, ni la fúnebre denominación romance de naturalezas muertas(2)En cuanto al término bodegón, me produce una sinestesia de vinazos, plumas, pellejos, mohos, labores de taxidermistas y escopetas arrinconadas, y … Continue reading. Pertenecen a la vida quieta germánica (still life, stilleben…), la calma que permitía al barroco nórdico introducir en la exuberancia vegetal instantáneas de ruiseñores copulando(3)Una pregunta ociosa: ¿las mesas de Cézanne se inclinaban por la síntesis de puntos de vista y las de Cornelis de Heem lo hacían por el peso de la … Continue reading. Wollust, por cierto, significa lujuria, aunque aquí no recurre a ningún movimiento explícito y muestra los vegetales a la rara luz de las uvas mientras la ausencia de escenario (pero, ¿no hay al fondo vislumbres de paisajes tormentosos?) permite establecer relaciones sin excusas exteriores.

Libres del peso de loas, alegorías o solemnidades explícitas, a salvo de figuras humanas, mitos, héroes, oficios y pasiones, esos lienzos hacen aflorar el alimento elemental de la mirada en la experiencia -no exenta de desafíos, como ese inquieto esplendor en la espesura- de la materia pictórica.

A la vez, parecen sonreír ante la pompa (¿quién pagará el rescate si estalla la burbuja?) dominante en el arte actual, grandilocuente, ensimismado, mixtificado, mixtificante y absorto en la retórica acrítica y la mercadotecnia de fachadas e iconos fugaces autoenfocados.

Galería

Notas

Notas
1 Para ser justos, también está cerca un anónimo flamenco en el que la familia sagrada, gris, aparece rodeada de una corona de flores multicolores y me sugiere interpretaciones que prefiero dejar aparte para no caer en mi propia trampa.
2 En cuanto al término bodegón, me produce una sinestesia de vinazos, plumas, pellejos, mohos, labores de taxidermistas y escopetas arrinconadas, y no puedo tomármelo en serio por hermoso que sea el cardo de Sánchez Cotán o dramáticos los escorzos de las piezas de caza de Mariano Nani.
3 Una pregunta ociosa: ¿las mesas de Cézanne se inclinaban por la síntesis de puntos de vista y las de Cornelis de Heem lo hacían por el peso de la abundancia burguesa?