Un mundo sin pobres

Mientras espero un informe de la Real Academia, me aferro al diccionario y descubro que un pobre es una persona ‘necesitada, que no tiene lo necesario para vivir’.

Salida de emergencia | RPLl

El alcalde de Torrelavega, supongo que por error, llamó pobres a los pobres, y el Partido Popular ha protestado. Según un concejal, se trata de un exceso inadmisible denominar así a las personas acogidas al Fondo de Suministros Básicos, cuya situación, señala, puede ser momentánea. Parece que entiende la pobreza como una suerte de profesión sin origen ni remedio y que no merece el nombre gente subvencionada que mañana puede ser rica en lugar de no-pobre.

Otra concejala del mismo partido (aprovecho para felicitar al señor Casado de la manera más hipócrita posible) ha dicho que “clasificar a los vecinos entre pobres y ricos es básicamente desconocer el tejido social de nuestra ciudad”. Puede que tal tejido (¿quién maneja el telar?) tenga muchos matices, cada uno con su palabra que olvidar, pero, desde luego, la división entre ricos y pobres no parece una falacia.

Mientras espero un informe de la Real Academia, me aferro al diccionario y descubro que un pobre es una persona ‘necesitada, que no tiene lo necesario para vivir’. Es decir poco, la verdad, sobre una situación tan extensa: no explica si el hecho de insistir en seguir vivo con hambre puede apartar a alguien de la calificación, pero quizá sea aceptable una penosa supervivencia, porque el término también vale por ‘escaso’, ‘insuficiente’. Se diría que solucionarle a alguien lo más básico no lo aleja de la pobreza.

Pero, sin el nombre, no hay pobres. Si acaso, hay consumidores menores, aunque sean subvencionados. La RAE no está actualizada con los variados indicadores que explican la pobreza para dejar claro que, si bien se puede ser pobre y seguir vivo en los niveles más bajos de la pirámide de Maslow, cada nivel crea nuevas necesidades y el más alto, eso que llaman autorrealización, no tiene nada que ver con el lujo; no es prescindible: es un asunto de justicia.

Si una persona es beneficiada (no me gusta la palabra en este contexto, pero la uso para poder poner este paréntesis: tendría que escribir ‘aliviada’) con una ayuda social, se supone que no tiene lo necesario para vivir. O sea, es pobre. Como lo más probable es que la cantidad sea insuficiente para lo que los comunes (sin ser demasiado consumistas ni comunistas) consideramos una vida de normal resignación (pero todo es mejorable, ¿eh?), podemos afirmar que seguirá siendo pobre.

Las estadísticas oficiales muestran que hay en el Reino de España pobres de varios tipos y condiciones sociológicas. A mí me parecen muchos: pueden ser menos o más, pero siempre son muchos. En Cantabria, si no he entendido mal los datos del INE, un 20% tiene riesgo de pobreza y exclusión social, y un 2,2% padece carencias materiales severas.

Los concejales citados, sospecho, nunca serán pobres. Tampoco se lo deseo, por supuesto, pero comprendo su tranquilidad no confesa al saber que no padecerán el apelativo. También su seguridad ideológica (la verdad es que no sé cómo llamarlo) al intentar que nadie lo utilice. Quizá la idea se la ha implantado la imagen de representantes políticos juzgados y condenados que jamás rozarán siquiera los umbrales de la penuria.

La DRAE sostiene, además, que un pobre es un ser ‘infeliz, desdichado, triste’. Y encima afirma que es una persona ‘humilde, de poco valor y entidad’ y ‘corto de ánimo y espíritu’. En fin, otra acepción es, sencillamente, ‘mendigo’, y creo que las ayudas y rentas básicas no excluyen el complemento de la mendicidad. Ni siquiera todos los asalariados alcanzan el fin de mes sin cifras negativas, así que las variaciones pueden ser ilimitadas y sin fuga para las víctimas. Los concejales ultraliberales (ellos se seguirán llamando de centro reformista pase lo que pase) me reprocharán tal vez el uso de la palabra ‘víctima’. Pero lo son: precisamente de la desigualdad que gestionan y aumentan esos señores tan cuidadosos con el lenguaje.

Por cierto, no faltan en el tema avisos para rebeldes. Un uso que también recoge el diccionario denuncia que, si es usted pobre y no está contento con la ayuda recibida, es usted un soberbio. La soberbia es ‘altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros’. No voy a entrar en el tema porque tampoco se trata de cabrear a la gente decente más de lo necesario.

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